sábado, marzo 24, 2007

Lentilejo, el más poderoso de todos los brujos

Así es, mis amigos, el más poderoso de todos los brujos de este continente usa una gorra verde que aloja el poder que Bill Gates o Donald Trumph no pueden adquirir ni con todas sus fortunas combinadas: El poder de causarse a si mismo una risa extática.
Aquí la comparto con ustedes.

También este amigo mío puede convertir una montaña en un piojo (poder inútil a menos que se quiera enviar piojos a algún enemigo, pero eso requeriría de muchas montañas; cosa no disponible en este desierto).
Otro de sus poderes incluye el repeler a los mosquitos, encontrar monedas tiradas, acercar a los gatos de más de tres colores, convertir en oro la mugre de las uñas, invertir las letras de los graffiti. En fin, cosas inútiles para una persona común y corriente.

martes, marzo 20, 2007

Póngase el cinturón


Pues sucede que ayer, cuando iba por mi musa, llegué a la escena de un accidente automovilístico. La pasajera de este auto sin placas estrelló su dura sesera contra el parabrisas delantero.

De haber traido puesto el cinturón no la hubieran tenido que llevar en una camilla, con el rostro deshecho. ¿Qué de veras no sale mejor ponerse un collarín que perder un ojo?

lunes, marzo 12, 2007

Mañana 14, fiesta de Micromán y el Moe


Musas, vampiros, vagabundos, shamanes, hadas de excelente curvas y seres preternaturales; están todos ustedes invitados a la gran bacanal que patrocinaremos en la casa del Micro.

Gritaraaaaaaaán de dos a tres caidassssss... sin límite de tiempoooooo !

Ya está puesto el sistema envolvente de sonido, las velas, los velos, la mesa con las botellas de tinto y las caguamas emergen de las tinas llenas de trozos de hielo. Traed a sus musas, habrá actos de levitación, psicomagia, lectura de poesía, guacamole y frijoles con quesooooo.

¿que dónde es? Entren al blog de Micromán en mis enlaces.

Hasta la guácara y el olvido ! (o lo que se presente primero).

lunes, marzo 05, 2007

La Ciudad sin Sol.


Apenas terminé de tomar esta fotografía cuando me rodearon varios vampiros de La Orden del Desorden.

Estaban vestidos de marichi, de hecho uno de ellos tocó una nota muy alta con su trompeta dorada, señal con la que fui golpeado por sus compinches.

Mi ojo de vidrio rodó a una coladera cercana, y desde ahí pude ver como mi cuerpo reaccionaba a patadas contra los agresores.

Los autos en la fila del puente pitaban y hasta los vagabundos del lugar lanzaban monedas apostando a que yo perdería.

No podía pegarles muy bien a los mariachis-vampiro porque la verdad tocaban muy chido y las ganas de bailar no se me quitaban.