viernes, octubre 27, 2006

Castillos en el aigre

El rey era un monstruo de piedra.... con el corazo-o-o-ón de piedra.

Su castillo había caído del aire donde se empedaba con su vieja que tras un forsozo aterrizaje compuso una canción muy chida que cantaba a gritos.

Abajo, en un mercado, el rey vendía trozos de su castillo. La gente le pagaba con animales que encontraban en las calles y que aquél rey desconocía. Nunca había oído ladrar un perro, así que los tenía por finos caballos. Las garrapatas que le llevaban los niños eran ardillas, los pollos eran para él pejelagartos. Total, al final del año montó un circo de animales exóticos.

La gente hacía filas enormes (como las del puente libre) para entrar a su circo. Y al final de las funciones, la muchedumbre malhumorada y decepcionada de sólo ver animales callejeros comunes; le arrojaban piedras al sangrante rey, quien agradecido edificó de nuevo con esas duras rocas otro castillo y encendiendo los motores tomó a su mujer y despegó de ésta tierra para siempre.