domingo, septiembre 10, 2006

El Caso del Acuchillador

Reservé para mi cumpleaños la sangre de un enemigo formidable.

Le seguí durante varias noches por la avenida Juárez. Parecía un asaltante ordinario, acuchillaba a la gente en la base del cuello cerca de un callejón. Subía el cuerpo por una escalera y los devoraba en el segundo piso de su departamento.

Salí yo a la hora en que las nubes son castillos anaranjados. Vestía como marichi. Hasta sombrero grande y negro portaba sobre mi cabeza. Traía en en mi mano izquierda la trompeta del apocalipsis.

Vi al acuchillador llegar a su callejón favorito. Me encontraba sobre las estructuras de un edificio contiguo. Empezó a caer una llovizna. Sólo luces de arbortantes regurgitaban su luz amarilla sobre los taxistas. Bajé al callejón.

Limpiaba las gotas de lluvia que habían caído sobre mi bruñida trompeta cuando sentí un golpe sobre la base de mi cráneo.

La navaja se rompió, por supuesto, y tomé al bandido por el cuello elevándolo por encima de mi cabeza.

Caí al suelo sintiendo un hormigueo en todo el cuerpo, me arrastré hasta un charco cercano para echarme agua en la cara. Vi mi rostro reflejado en la superficie. Habían cambiado mi cuerpo. Tenía incluso en el bolsillo un cuchillo roto.

Debo recuperar mi cuerpo de vampiro.