viernes, junio 10, 2011

Historia Diminutiva

Poco a poco, no sé cómo, me fui haciendo pequeño. Los amigos empezaron por decirme que mis ojos eran demasiado grandes para mi cara. Luego, años después, un niño me comentó algo sobre mis “pequeños dientes amarillos”. No pasó mucho tiempo cuando la gente de mi edad empezó a confundirme con un adolescente al que alguien debía rasurar. Una tarde, bajo el sol de junio, empecé a sudar mucho por los pies. Me quité los zapatos, que para entonces me quedaban grandes, los calcetines húmedos que para entonces me parecieron un estorbo. Y me fui por media calle descalzo, feliz, y pisando uno que otro vidrio tirado casualmente en el pavimento.

Casi al llegar a mi casa no recordaba si acababa de salir o de entrar. De hecho no me importaba mucho el asunto. Comenzó a llover, y todo lo que quería era una hoja de papel, formar un barquito, ponerle nombre con tinta de un marcador potente y apestoso, y botarlo al agua que corría junto a la banqueta.
Pasaron unas cuantas horas bajo la lluvia, yo me encontraba más y más comprimido en mi estatura. Alguien gritó: ¡De quién es ese niñito, ya métanlo a su casa!

Salió la mamá de alguien, me tomó histérica de mi mano y me metió a un portón, lejos del chubasco. Me preguntó dulcemente mi nombre. Y yo, apuntando a mi barquito que se alejaba y se hundía, dije: ía.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

El curioso caso del Vampiro Button!!

Me encantó el final: "ía". So tender ;)


Atte. *DaRkStAr*

3:28 p.m.  
Blogger Solei Dantés said...

lindo
el "ía" del final fue demasiado apropiado

5:59 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home