martes, abril 20, 2004

ESCARAMUZA
Detuve mi auto para comprar un silbato (de esos que hacen como maullido de gato) a un vendedor callejero. No tuve tiempo de bajar de mi vehículo, Pellejo brincó al cofre.

Clavó su espada a través del parabrisas, hiréndome en una de mis orejas. Aceleré a fondo...vi los calzones de pellejo cuando se levantó la falda (creo que tenía imágenes de conejitos de pascua) y frené
sosteniendo la hoja de su espada en mis manos. Pellejo, por inercia; se proyectó sobre el Volkswagen de enfrente, haciendo añicos su trasero.

Los dos huimos del lugar, pero no fue la traicionera Pellejo quien tuvo que recibir 38 puntadas para que le surcieran una oreja a la sesera (aunque tengo su espada en mi poder). Ahora viene la mía Pellejosa. (me escupo las manos ).